miércoles, 22 de junio de 2011

EL HONOR DE UN SOLDADO - Diego Mazón

Una bomba en un camino perdido de un país perdido ha dejado a cuatro militares españoles y un intérprete malheridos. A dos de ellos les han tenido que amputar una pierna. Jóvenes magníficos que se encuentran con la barbarie de un enemigo que les odia sin más y que vuelven a España con la indiferencia hacia la heroicidad que supone, simplemente, patrullar por aquellos lares afganos plagados de bastardos. Llegan aquí, al país que los mandó para allá sin el amor necesario a unos hijos dispuestos a morir por él y sus hermanos, para que éstos vivan con la libertad que reclaman sin disfrutarla y para que él, su país, tenga un peso internacional que los políticos se empeñan en dilapidar.


Vuelven aquí y los que les mandaron les dicen que perdieron sus piernas en un atentado, no en un ataque perpetrado por un enemigo tan real como constante. Les aseguran que fueron mutilados en una misión de paz, no en una guerra sin cuartel, asimétrica, sí, pero constante y cruel. Se fueron allí para llevar a cabo tareas de “reconstrucción y seguridad” y al llegar se dieron cuenta de que tenían que esquivar balas y bombas-trampa y que bastante tenían con eso.

El teniente y la soldado, ambos amputados, pertenecen al regimiento Soria nº9, “El Sangriento”, el regimiento más antiguo de Europa, que en su historia recoge el sacrificio de miles de militares por España y los españoles a lo largo de los tiempos. Ellos se suman a esa historia de raza y entrega, de altura y honor. El teniente, nada más despertar tras el ataque, lo primero que hizo fue preguntar por sus hombres, y se preocupó por la conductora del vehículo. No consultó a los médicos por su pierna, por cómo iba a salir de aquello, preguntó por la soldado que está en la misma situación que él, los dos jóvenes, con todo el futuro del mundo, que un día decidieron servir a España con todas las consecuencias. Recién salido de la academia, ese teniente demostró de qué están hechos quienes nos defienden por el mundo, quienes velan por nosotros aquí y allí. Ellos son nuestra extensión y nuestro escudo, nuestros guardianes y nuestros hijos, los de esta sociedad en la que vivimos. Para reconocer su valor, su valía y su entrega lo primero es llamar a las cosas por su nombre. Ataque y no atentado, guerra y no misión de paz, porque de lo contrario estaremos restando a su sacrificio la dignidad que supone enfrentarse a un enemigo, el honor a quienes, mutilados, no preguntan por ellos mismos.

dmazon@larazon.es

http://www.larazon.es/posts/show/el-honor-de-un-soldado

No hay comentarios:

Publicar un comentario