jueves, 19 de enero de 2012

Los incombustibles Borbones

Cuatro veces los hemos echado (en 1807, 1808, 1868 y 1931 - Fernando VII, Isabel II, Alfonso XII y Alfonso XIII ), y otras tantas han vuelto. Siempre saben agarrarse al trono, no importan los escándalos que hayan motivado su expulsión. Suelen regresar de la mano de regímenes absolutistas, que los restablecen velis nolis; el último y más claro ejemplo es el actual rey por la gracia de Franco. ¿Está España condenada a borbonitis incurable?


El monarca sobrepasa a todos sus predecesores en frescura. Me decía hace años un veterano periodista, a propósito del 23-F: “Meridianamente clara está la participación real en el complot; Juan Carlos se retiró de él abandonando sin el menor remordimiento a sus cómplices, pero, ¿qué va a hacer la prensa en un país cuya historia está tan repleta de golpismo militar? No juguemos con las cosas de comer, finjamos que el rey está vestido y encima alabémosle por haber “salvado España. Ufff…”



Muchos de los problemas que ocasionan (y nos ocasionan) los Borbones derivan de la bragueta, pero también de la codicia. Ciñéndonos a la primera, no hace falta que recordemos las hazañas eróticas de Fernando VII (el de los atributos descomunales), de su hija Isabel II (la de los innumerables amantes), de su nieto (ilegítimo) Alfonso XII (cuyas amantes eran expulsadas de España manu militari), del bisnieto Alfonso XIII (que a todos los prostíbulos acudía provisto de sus sábanas negras)… El tátara-tataranieto Juan Carlos ha seguido fielmente la tradición familiar, engendrando hijos ilegítimos a diestro y siniestro, en Mallorca, en Cataluña y en donde hubiera una hembra dispuesta a rendirse a sus (por lo visto) fortísimos encantos… en el fondo, al país le hacen gracia esas aventurillas. Algunas, como Bárbara Rey (qué adecuado el nombre, ¿eh?)  han sabido sacar suculentos provechos de su affaire “vendiendo” al propio rey fotos y películas comprometedoras muy expresivas.


Hay que decir que la pobre Sofía ha aguantado sin pestañear. Se habló de su especial amistad con su profesor de gimnasia, pero parece un simple infundio, y también (esto tiene mayores visos) de que en una ocasión, en un acceso de ira ante la poca discreción de su marido, cogió a los niños y se largó con ellos a Londres; el rey habría tenido que enviar un delegado a recomponer la situación. Siempre discreta, para no perturbar al pueblo con esas pequeñeces, pero esto no quiere decir que no tenga sus responsabilidades en el declive de la monarquía: con sus mimos ha acabado convirtiendo el príncipe Felipe, ya de sí muy cortito de mollera, en un niño malcriado, colérico y amorfo, desprovisto de toda iniciativa y convencido de que su gran aportación a la grandeza de la patria consiste en mantener hieráticamente el saludo militar y como mucho leer con voz desprovista de cualquier matiz o emoción los discursos que otros le preparan.



En efecto, ¿qué vamos a decir de la conducta del estólido príncipe? Se divirtió todo lo que pudo en su juventud, dejando preñada a su novia Isabel Sartorius. Cuando la madre de la chica telefoneó a la reina para decirle: “Tenemos un problema”, ésta contestó: “No, tenéis un problema”. Eso sí, buscaron un marido de conveniencia para Isabel, para que su niña Mencía no naciera sin padre putativo. Todos recordamos la imagen de la pobre chica saliendo sola de la clínica con su hijita en brazos… poco después, divorcio y sanseacabó, las formas guardadas. La familia real, siempre tan recta y digna, tras esta comedia ha procurado bajo mano buscar un acomodo profesional y económico para Isabel. Mas, ¿qué sucederá cuando Mencía sea mayor de edad? Igual le da por reclamar el trono… a fin de cuentas, en la legislación actual, los hijos ilegítimos tienen los mismos derechos que los legítimos, y hacerse una prueba de ADN es muy fácil…


Pero dejemos a Isabel, y, para no hacernos pesados, comentemos una sola más de las novias del principito: Eva Sannum, tan criticada por estar sus padres divorciados y por haber anunciado ropa interior. Hay que ver… poco sospechaban lo que vendría después. El caso fue que, por imperativo paterno, el noviazgo se deshizo sólo porque la chica había asistido a una boda con un vestido “poco conveniente”… hay que ver qué formales son nuestros reyes, cuando Juanca no vacila en dejarse tirar vestido a la piscina por sus amiguetes para celebrar sus victorias en la vela, que tanto recuerdan las pescas atuneras del Caudillo.


Llegó al fin la definitiva, Letizia (así se autodenominaba Leticia, suponemos que habrá cambiado su nombre en el Registro Civil). Por cierto, intente Ud. cambiar el suyo y ya verá, a menos que concurran graves razones… suponemos que el capricho de la chica es una de ellas.


Su historia ha sido estudiada y bien estudiada. ¿Los padres de Eva eran divorciados? No quieres caldo, tres tazas; ella misma era divorciada del escritor Alonso Guerrero. Se habla de innúmeras aventuras previas suyas. Ciertas o no, ahí está  la foto (o pintura) que le tomó el cubano Waldo Saavedra en su larga estancia en México (fue portada del disco de Maná Sueños Líquidos). Si era o no su amante, si lo fueron Carlos Francino, David Tejera y otros más, es opinable. A fin de cuentas, todos los príncipes y reyes borbónicos lo han vivido. Pero no cabe duda de su mando sobre el príncipe, ya manifestado en el día en que fue presentada a la prensa (“¡Déjame hablar a mí!”). Después tuvo ocasión de demostrar su inexperiencia paseándose en una recepción oficial mexicana mientras sonaba el himno del país… pero todo esto no es grave. Sí lo fue cuando en el atentado terrorista del 11-M que costó a España doscientos muertos, le faltó tiempo tras los actos oficiales para marchar al Caribe a participar en un crucero con gente guapa de allí.


Peor había sido todavía la actitud del dominadito príncipe para conseguir casarse con ella. Sin duda despechado por el episodio de la Sannum, con Leticia decidió pegar un puñetazo sobre la mesa, no acudiendo al desfile del Ejército, a lo que estaba patriótica y protocolariamente obligado. Pero los papás de Felipe, tan exigentes con Eva, tragaron bilis esta vez ante la amenaza de abdicar del chico, como un Eduardo VIII cualquiera. La reina, sembradora de vientos, recogió tempestades, y poniendo al mal tiempo buena cara, se obstinó en mostrar con su futura nuera una complicidad tan excesiva como innecesaria. Así, pues, boda y sanseacabó.


Las otras dos hijas de los reyes… ¡ay!, parece que el ejemplo paterno les tira. La mayor, Elena, se pirraba por los buenos mozos, a poder ser caballistas (claro está que también gustó de ellos), y hubo que hacer todo tipo de trapicheos para hallar un candidato, que hizo a la chica tan poca gracia como a Isabel II le hiciera en su día su invertido cónyuge, Francisco de Asís (“Paquita”). Hay que añadir su demasiado impulsivo carácter y, sobre todo, su dudosa salud mental, puesta de manifiesto en innumerables incidentes y, sobre todo, en la mismísima redacción de la Constitución española, en la que se dio preferencia para el trono a los varones en previsión de la eventualidad de que ella pudiera ser un día reina de España (el tema trae cola últimamente).


Había que encontrar un personaje dócil. Tras numerosas gestiones, se consiguió traer al poco agraciado Jaime de Marichalar de París, donde se dedicaba a trabajos equivalentes a telefonista o sacafotocopias para su empresa, pero al menos procedía de una familia de alcurnia, venida a menos pero apta para alternar con la realeza. Se le dio un título y una sinecura (los dignos reyes no paraban de moverse), pero el chaval se aficionó demasiado a la droga, y un achuchón lo dejó para el arrastre. Menos mal que una herencia imprevista le libró de la familia real, se divorció y adiós muy buenas. Con todo, dicen las malas lenguas que no dejó de sacar tajada de su separación… y parecía tonto el chico.


Todo esto es llamativo, pero, repetimos, la corte española se ha distinguido siempre por su amor a la opereta. Reyes y reinas divorciados, adulterios, meteduras de pata, alcaldadas, abundan tanto en nuestra historia que forzosamente deben ser considerados como gajes del oficio monárquico. Pero el caso de Cristina y su maridito es especial.


Entró en acción esta segunda hija de los reyes, la que parecía más discreta. Al menos procuraba mantenerse en segundo plano, viviendo en Barcelona en una sinecura proporcionada por La Caixa (alguien me aseguró que para ello hubo que despedir previamente a la chica que ocupaba el cargo, pero no me consta). En todo caso, más disimulado, también ella tenía el latiguillo borbónico de la incontinencia.


En el club de balonmano de la ciudad condal jugaba un buen chico, aunque no precisamente un Einstein: Iñaki Urdangarín, quien vivía con su novia (de iniciales C. C., de Puigcerdà) desde hacía años. Los dos proyectaban casarse y para ello montaban una peluquería (pagada al parecer por la familia de la chica), para que Iñaki, un tanto cabeza  loca y cargado de deudas, sentara cabeza de una vez. Pero se cruzó en su camino Cristina, quien fue rápidamente presa de furor uterino. No dejó de hacerse la encontradiza (en el Puerto Olímpico muchos la recuerdan con unas copas de más y persiguiéndole descaradamente). Iñaki no vaciló ante el acoso y tomó el dulce. En poco tiempo rompió con C. C., y la familia real, ésa tan digna, pagó sus deudas para hacer posible el enlace (anécdota: rechazaron escandalizados la proposición de alguien que quería diseñarle un escudo donde figuraba una pelota). Al chico le nombraron duque, le adjudicaron (como antes con Marichalar) algunos sillones en consejos de administración…


Aquí diríamos “colorín colorado”. Pero resulta que no. Los pobres jóvenes (sin darse cuenta, faltaría más) se metieron en negocios poco claros, de los que resultaban transferencias a sus cuentas corrientes de algunos millones de euros. Los desfalcos fueron rápidamente conocidos, y la familia real trató de ocultarlos, aunque, como siempre, guardando en lo posible las formas. De momento los consortes abandonaron su cómoda casa de Barcelona, pagada con el dinero que es de suponer, y se trasladaron a Washington, más lejos de Madrid que la ciudad condal, esperando que la tormenta amainara. Pero, ¿quién lucha hoy contra Internet? Cuando el rey fue operado en Barcelona, Urdangarín realizó un viaje relámpago desde Washington para visitar a su suegro, pero éste, aunque le recibió, no quiso fotografiarse con él.



El escándalo ha crecido, y hoy es ya un tsunami que amenaza con engullir la misma institución monárquica. Los reyes tratan de soltar lastre apartando a Urdangarín de los actos de la familia real, olvidando que su esposa figura en las mismas sociedades que él. ¡Siempre el decoro real! Urdangarín (mejor dicho su abogado) dice que está “profundamente dolido y ofendido” mientras capea el temporal. Cristina permanece muda. Los príncipes jamás se exhiben juntos en público en Washington, y los ambientes realistas (especialmente en los programas basura de TV) han iniciado una furibunda campaña resumida en “Pobre chico, no sabía lo que hacía, pero es bueno en el fondo, y desde luego su esposa nada tiene que ver”.


¿Qué resultará de todo esto? Pues nada. El pueblo español soportó en su día los escándalos de Isabel II, la inconsciencia de Alfonso XII, la estúpida arrogancia de Alfonso XIII y la superficialidad (usamos el adjetivo más suave posible) de Juan Carlos I. Un significativo apunte: Diego Torres, el socio de Urdangarín, ha sido imputado, el exbaloncestista no. Pasará el tiempo, el tema se irá olvidando y cuando llegue el juicio (si llega) estará disuelto como un azucarillo (recuérdense los trajes de Camps, los donativos de Pepiño, etc.). A lo sumo el matrimonio se separará “cumpliendo cada uno con su deber”, y al final va a resultar que ambos son unos patriotas. Como mucho Urdangarín será apartado (aunque sin devolver el dinero), y Cristina se hará la mártir. “Pobrecilla (dirán las revistas del corazón), ha tenido que separarse dolorosamente de su marido, tan mal aconsejado”. Y aquí paz y después gloria.


¿Alguien cree que tras todo esto la República está más cerca? No mientras siga reinando el pasotismo entre el pueblo. Muchos tienen interés en la pervivencia de Franco.

Fernando de Andrade
                    Escritor

miércoles, 11 de enero de 2012

Carta de un Guardia Civil de Tráfico.

CARTA DE UN GUARDIA CIVIL ESPAÑOL: “POR QUÉ DEJO LA AGRUPACIÓN DE TRÁFICO DE LA GUARDIA CIVIL
    Un guardia de Tráfico me hace llegar esta carta, con el ruego de su publicación. No hay nada que decir ni añadir. En mi opinión, después de leerla se entienden muchas cosas (el antirradar):
Si no lo sabe, ya se lo digo yo; Un guardia civil de tráfico gana unos 250 euros más que un guardia civil del Servicio Rural. Es oportuno señalar esta diferencia porque en los tiempos que corren es una cantidad importante para lo que gana un guardia. Mientras que un guardia de Rural puede acabar perdido en el último pueblo perdido de nuestra piel de toro, un guardia de Tráfico tiene su base en una población más o menos grande con todas las comodidades a su alcance. Eso hoy.
Hace no tanto tiempo, mientras un compañero de Rural tenía un día libre, en la Agrupación de Tráfico teníamos dos. En Rural el servicio era prácticamente imposible de conocer de un día para otro y en la Agrupación podíamos planificar nuestra vida al menos con una semana de antelación. En Rural tenían uniformidad con cuentagotas y en Tráfico no faltaban camisas, abrigos, botas… Siempre lo mejor de lo mejor. En Rural iban andando, restricción de combustible obliga, mientras que en Tráfico recorríamos la carretera a placer. Eran los tiempos en que llegar a Tráfico era un camino difícil. Pocos cursos y cientos de solicitantes, había tortas para ingresar en la Agrupación.
Hoy, después de muchos años, estoy decidido; me marcho de Tráfico. Muchos de mis compañeros lo intentarán conmigo. Algunos tal vez lo consigamos; si no es así, volveremos a intentarlo en cuanto tengamos ocasión. Es un chorreo continuo, que hace que la Agrupación de Tráfico, poco a poco, se esté quedando sin efectivos. Porque las bajas se amortizan, es decir, no se cubren las vacantes. Quiero recordar aquellas páginas de la revista Interviú, al poco de entrar Pere Navarro al frente de la DGT, en las que se informaba de que el nuevo director general había encargado un estudio para eliminar la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil y sustituirla por una nueva policía de carreteras, al estilo de lo que se hace en Italia.
El que lea esto seguramente no entenderá nada; tampoco lo entienden mis amigos ni lo entiende mi familia. ¿Por qué marcharse de un sitio en el que el sueldo es mayor y el material y los medios son mejores? Pues para dormir tranquilo, principalmente.
Vivimos una Agrupación desprestigiada por su propia Dirección General, sin rumbo, al servicio del poder y nunca del pueblo. Abandonada a su suerte y dando la cara ante unos ciudadanos reventados y hartos de sostener con su bolsillo los desmanes de este Gobierno inepto. Agazapados en las cunetas, con las botas manchadas de barro y grasa y cada día con menos honor. Si, honor. Alguno se reirá, pero el honor es lo defiende el uniforme de la Guardia Civil.
Cada una de nuestras buenas acciones acaban por los suelos por ocurrencias del señor que dirige la DGT. Cada momento de gloria de esta Agrupación acaba hecho añicos por cada guardia escondido detrás de un matorral operando un radar. Es intolerable, un insulto al Cuerpo ¿Cuándo ha tenido que esconderse la guardia civil? Hablo de lo que vemos últimamente, no un coche con radar parado en la mediana más o menos oculto, no. Hablo de verdaderos malabares para esconder el coche o los trípodes, llegando hasta disfrazarlos de arbustos como hemos visto con vergüenza ajena en fotografías en algunos periódicos. De las miserias internas de la prestación del servicio no quiero ni hablar.
La mujer del rey no sólo ha de ser honesta, también parecerlo. La guardia civil necesita urgentemente alguien que se encargue del “marketing”, del “community” o como demonios se llame ahora. De que la guardia civil parezca lo que es y no lo que la hacen parecer. Y marketing no es un reportaje de vez en cuando en la tele mostrando los mejores coches y motos y el helicóptero con radar. Marketing no es sacar al teniente más guerrero a mostrar a todos los españoles que viene el coco. Marketing es hablar con el conductor, ayudarle con su ruta, auxiliarle en una avería mecánica. Marketing es boca a boca. ¿No se dan cuenta los mandos de esta agrupación que nos están usando para promocionar la persecución, de que nos hacen cómplices de su infame política de criminalización del conductor? No, para nosotros el conductor no es un criminal. En el 99% de los casos, es una persona que va de aquí para allá con precaución.
Hace años que no veo un reportaje de auxilio. Sólo veo cómo el nuevo radar fotografía a un infractor, el helicóptero sigue a un veloz automóvil, o cómo el teniente de Madrid para a los conductores para realizar la prueba de alcoholemia. Palo, palo y más palo. Eso es lo que vendemos, o mejor, lo que la DGT quiere que vendamos. ¿Para cuando el reportaje de la agrupación de tráfico escoltando a una ambulancia, ayudando con la camilla, visitando al herido en el hospital o llevando a su dueño los efectos personales perdidos en un accidente? Tal vez al señor director general esto no le interese, no parece importante que España sepa que esta, entre otras, es nuestra tarea. O peor, tal vez no se ha enterado de la verdadera función de la Agrupación de Tráfico de la Guardia civil y por eso hace el uso que hace de ella.
Los recortes que este Gobierno ha llevado a cabo en los salarios de los funcionarios no se han quedado sólo en el sueldo base; han llegado a productividades, recortes de horas y todo lo imaginable que tenga un coste económico. Parches y más parches cuando el mal ya estaba hecho. Es tal la chapuza que en un destacamento de quince guardias, puede haber diferencias de sueldo de más de 200 euros. Y si entramos a hablar de la diferencia de servicios, mientras un guardia realiza, por ejemplo, tres noches, otro puede hacer cinco y otro siete. Un guardia puede hacer tres fines de semana, otro dos y otro ninguno. El descontrol y la discrecionalidad de los mandos es la constante de la Agrupación.
Este mes García, un compañero, no percibirá la productividad. Ha tenido la “mala suerte” de no poder detener a nadie porque no ha encontrado a nadie borracho a quien detener. Hizo varios miles de kilómetros durante sus servicios, denunció diversas infracciones, asistió un par de accidentes e incluso escoltó un transporte especial. Por desgracia ningún borracho o conductor sin carné. Benítez y Blas (otros dos compañeros) sí toparon con uno. Resultado: la productividad esta vez no le llega a García. La cara de García es un poema… No es que Benítez y Blas no la merezcan, es que García también. En los destacamentos de toda España hay demasiados García.
Y aquí está un “García”, que no ha recibido nunca una productividad mientras algunos de sus compañeros lo hacían mes si y mes no. Aquí tienen a un espectador que ve en la tele siempre los mismos reportajes y ya le aburren. Aquí un guardia de Tráfico cansado de mandos incapaces que sólo saben berrear y no asumir nunca jamás sus responsabilidades, harto de no saber qué servicio tendrá mañana aunque las normas obliguen a conocerlo con anterioridad, avergonzado de pisar carreteras en estado tercermundista y echar la culpa de cualquier diligencia a la velocidad inadecuada, asqueado de ver a compañeros saltando como conejos a la carrera para no ser atropellados porque nos han puesto en un control de alcoholemia en un tramo sin luz ni visibilidad. Verdaderamente hastiado de las presiones. Y sí, que se me llame débil de carácter si se quiere, de que todo el mundo a mi alrededor me considere un bandolero y me repita lo bien que lo hacía la guardia civil antes y que ahora somos impresentables y sólo atracamos a los conductores.
En estos últimos años no puedo recordar una sola instrucción o medida de la DGT encaminada a favorecer la relación con el ciudadano o a prevenir accidentes. Todo han sido medidas represivas para mantener al conductor firme. No cabe duda que lo han conseguido, aunque para ello hayan tirado todo el prestigio de la guardia civil de Tráfico a la basura. La gente conduce literalmente acojonada, agarrotada, y yo mismo he sido testigo de demasiadas situaciones de riesgo generadas por esa sensación del conductor de ser metido en la cárcel por salir a pasar el fin de semana con la familia.
Cuando se realiza un trabajo, el que sea, son muchos los factores que hacen que la persona lo realice de modo eficaz y correcto. Uno de ellos es la motivación. Si el trabajo es vocacional, como este, ese factor es si cabe, mucho más importante. Para cumplir y hacer cumplir la Ley, hay que creer en ella. Se puede dudar, pero esas dudas no han de dejar nunca paso a la desgana y el desánimo, pero cuando el objetivo que se persigue no es el cumplimiento de la Ley, sino el engorde las raquíticas arcas del Estado. Cuando no se trata de las vidas que se salvan, sino del impacto económico que esas víctimas causan y cuando ha dejado de ser una cuestión real de moralidad para pasar a ser una carrera de números para cumplir criterios estadísticos, este servidor suyo, ha dejado de creer en nada.
He cometido el terrible error de empezar a leer determinados blogs y artículos y empezar a cuestionarme ciertos dogmas de fe. He cometido el error más terrible todavía, de no creer en esos artículos y buscar yo mismo esa información y contrastarla y he cometido el error supremo de empecinarme en encontrarla. Y la he encontrado, vaya si lo he hecho.
Señor Director General de tráfico. Espero decirle pronto que ya no será usted mi superior, me marcho. Sepa usted que para mí y para la mayoría de mis compañeros ha sido sin ningún género de duda el peor director general que ha pasado por Tráfico, por mucho que se vanaglorie usted de los éxitos cosechados. Medite el modo en que los ha logrado y medite más aún cuánto de cierto hay en ellos. Piense en cómo encontró la Agrupación y cómo la deja. Nunca le gustamos demasiado, también es cierto. Valore cuantas veces ha faltado a la verdad disfrazando la realidad.
Señores mandos de la Agrupación. Son ustedes oficiales de la Guardia Civil, ¡Por el amor de Dios! Digan basta de una vez a esto y preocúpense por sus guardias, sometidos por sus jefes de Destacamento y Subsector en algunos casos hasta el agobio. Bajen a la tierra y escuchen sus necesidades que no siempre son salariales.
Lo dicho, me marcho. Nos marchamos muchos. Nadie nos echará de menos porque ya se han encargado desde el Gobierno de eliminar casi 2.000 agentes de Tráfico, así que pensándolo bien hasta les hacemos un favor.
Quizás no sea un adiós sino un hasta luego. Hasta que vengan mejores tiempos, hasta que la vida personal se pueda compaginar con la laboral, hasta que no se nos pida tener el don de la ubicuidad, hasta que el director general de Tráfico se haya marchado a su casa y no tengamos que cargar y llevar a la práctica sus ocurrencias de fin de semana. Hasta que venga un director general que escuche a los que saben de seguridad vial y que se preocupe de lo que importa y no de salir en la tele todos los días. De que las víctimas desciendan de verdad y no debido a creativos juegos de contabilidad estadística. Hasta que el reconocimiento de que las vidas que se salvan recaiga en sus verdaderos salvadores. Médicos, enfermeros, bomberos, protección civil, investigadores médicos, el Señor Audi, la señora Mercedes, etcétera. Y a la postre, estos humildes guardias de Tráfico. Por que si es por el cochino carné por puntos, decomiso de coches y demás absurdas zarandajas, estábamos apañados.

miércoles, 4 de enero de 2012

Mal empiezan cuando se olvidan de lo que dijeron.



Mariano Rajoy: “Subir los impuestos significa más paro, más recesión y pagar las gracietas a Zapatero”; “La subida de impuestos es perjudicial, no se justifica y es insolidaria con las clases trabajadoras”; ”Cuidado con las subidas de impuestos, no es momento; es el momento de ayudar a los emprendedores, de simplificar la administración y de ayudar a los ayuntamientos a que paguen a sus proveedores”

Soraya Sáenz de Santamaría: “Dijo el ministro Blanco que los impuestos son bajos en España. A mí me parece vergonzoso que con lo que le cuesta a la gente hacerse cargo de sus obligaciones fiscales diga eso”; “Con la subida de impuestos Zapatero nos va a hundir todavía más en la crisis”; “Hay que elegir entre el circulo virtuoso del PP de rebaja fiscal o el vicioso del PSOE de más impuestos”

Cristóbal Montoro: ”Subiendo los impuestos no saldremos de la crisis”; “Subir los impuestos no es la manera de corregir el paro ni de llevar más recursos a la Hacienda Pública”; ”El Estado recaudará más bajando impuestos”; ”Lo que los parados necesitan no son más subsidios ni subidas de impuestos sino puestos de trabajo, y para ello hay que acometer las necesarias reformas. Cada día que pasa, es más urgente una rectificación completa de la política económica del Gobierno para crear más empleo, no para anunciar nuevas subidas de impuestos”

Javier Arenas: “El Gobierno está friendo a los españoles con más impuestos”

Esteban Gonzalez-Pons: “No es necesario subir impuestos, sino un cambio de Gobierno”; “La subida de impuestos constituye un hachazo en la médula espinal de la clase media”; “El PSOE quiere subir los impuestos para que todo siga como está, el PP quiere bajar los impuestos para que todo cambie”

María Dolores de Cospedal: “No subiremos los impuestos mientras dure esta terrible crisis”; “Nunca se ha salido de una crisis subiendo los impuestos, esquilmando a las clases medias y haciendo populismo fiscal”;